Cenicienta después de las 12

El alcohol les sobraba en la reunión.
No era la primera ves que se juntaban simplemente a conversar entre ellos.
Ella, la única mujer del grupo.
Extraño para muchos, común para ella.
El humo de los cigarrillos llenaban de un denso aire la sala, mientras ella sola estaba acostada en un sillón escuchando música como los demás.
A su lado un amigo, un hombre. Uno como los demás que habían en la habitación. O al menos así parecía. Con el pasar de las copas solamente recordaría que él era un hombre y ella mujer, ambos deseosos de algo más que amistad.
Su piel sentía el frío de la helada noche y lo único cerca para calmar ese sentir era una silueta marcada junto a su cuerpo.
-“Tengo frío”, le dijo ella
-“Ten mi polerón” respondió amablemente él.
-“No, gracias…”
Podría haber estado con mucho alcohol en la sangre, pero él sabía que eso era una insinuación, así es que respondió a tal. La abrazó.
Ella se acurrucó en sus cálidos brazos.
Ambos oían música y nada más.
Pequeñas caricias comenzaron a brotar tímidamente de parte de los dos.
Sus rostros se acariciaban entre sí, mientras los demás solamente les observaban.
Ya no les importaba, todo su mundo alrededor había desaparecido.
Sus ojos se cerraron, ninguno pensó en la amistad.
A la mañana siguiente ella despertó con él a su lado, le miró y se sonrió.
Recogió sus ropas del suelo y se vistió. No recordaba nada.