viernes, 5 de mayo de 2023

Agradecimientos eternos a la señora Esther

 Esta es una de esas historias que probablemente a nadie le importe, es solo la historia de una conversación en una calle, pero es una de esas pequeñas historias que ponen en funcionamiento nuevamente el motor interno y  hacen recordar por qué uno se va moviendo a diario. 

Iba caminando de regreso al lugar donde había estacionado mi auto cuando, veo en el parabrisas el típico ticket de estacionamiento y miro a mi alrededor para buscar a la persona a quien pagarle, por cosas de la vida no estaba ahí. En la esquina había un puesto de frutas y dos hombres conversando, la gente iba caminando por Av. San Martín y en el piso de la vereda había un pequeño trozo de tela con unos inciensos, junto a esto una anciana con el cabello corto y blanco, su tez pálida y un chaleco verde oscuro. "Ella debe saber algo" pensé y me acerqué a preguntar por la persona que cobra por el estacionamiento, así comenzó todo. 

Ahí estaba ella, quien amablemente responde que no sabe y comienza a hablarme como si fuese la única persona que le había hecho recordar que era un ser humano y no solo un fantasma que yacía parada en esa vereda, así que me habla algo sobre el hombre que vendía frutas en la esquina pero dentro de la bulla de los autos y las micros no logré entenderle bien, simplemente sonreí cortésmente. Debió notar que no entendí porque se inclinó para hablarme más cerca, fue ahí cuando dice "mi niña, déjeme contarle la historia del peor error de mi vida" y me tomó las mano con las suyas. 

"Yo fui secretaria toda mi vida, trabajé para el ministerio de vivienda porque antes tu salías con tus estudios de secretaria y hacías tu práctica en un ministerio, estuve ahí cuando pasó todo eso de las casas copeva y tantas otras más. Ahí tenía una compañera que aparte de trabajar en el ministerio había estado haciendo algo así como horas extras para el, en ese entonces, nuevo sistema de las AFP. Me dijo que me cambiara del sistema de reparto estatal, que con el nuevo modelo iba a ganar más platita, que iba a tener una buena jubilación, además me dijo que justo le faltaba una persona para completar la cuota que le correspondía para ganar su comisión así que yo le dije que bueno y firmé altiro los papeles. Mijita, fue el peor error de mi vida" y sus ojos se ponen vidriosos, como reflejando el dolor en el alma que esto le produjo. En ese momento tomé sus dos manos con fuerza como queriendo decir "me puedo poner en su lugar e imagino lo difícil de la situación" (que lindo es el lenguaje no verbal, ¿cierto?), ¿qué más podía hacer yo en esa situación?. Luego me cuenta que llegaron sus 60 años y decidió jubilarse apenas cumplió la edad necesaria, así que hizo todos sus trámites y le informaron de la fecha de su primer pago. Cuando llegó el día ella se acercó a cobrar emocionada su primera pensión, pensando en las palabras que le dijo una colega hacía más de 30 años, "voy a tener más platita" -pensó- y la cajera le entrega el dinero junto con el detalle del pago: $60.000 de pensión. Se entristeció enormente, desde ese día en adelante se arrepintió el resto de los días por haberse cambiado a las AFP. Sus ojos estaban al borde del llanto, en ese momento agrega "pero yo todavía tengo esperanza que las cosas mejoren". Por primera vez en la historia fui capaz de hablarle, le dije "créame que soy una de esas personas que trabajan a diario para que las cosas mejoren para personas como usted", en ese minuto sus ojos se iluminaron por primera vez en nuestra conversación. 

Luego continuó su historia, hizo un salto hasta el 2022, mismo escenario de ella frente a la cajera cobrando su pensión, en esta oportunidad le entregan $190.000 y ella humildemente le dice "señorita disculpe, debió haber algún error pero yo no recibo este monto por mi pensión, lo mio son $60.000", -"No señora, su monto está bien- respondió la cajera-. Lo que pasa es que desde hoy va a recibir algo llamado Pensión Garantizada Universal y esto es lo que le corresponde desde aquí en adelante". No podía creerlo, se sentía la persona más afortunada del planeta y ahí me dice "por eso yo le tengo mucho cariño al presidente Boric, tengo esperanza que puede hacer las cosas bien, yo me acuerdo de él desde que era estudiante y desde ahí que lo admiro mucho". Fue ese el momento en el que le digo "¿se acuerda que le dije que yo era de esas personas que trabajaban para que las cosas mejoraran para personas como usted? Bueno, yo soy militante del partido político del presidente, Convergencia Social". Su rostro volvió a iluminarse y los ojos que antes contenían toda la tristeza del mundo ahora brillaban de esperanza. 

"Que alegría más grande haberla conocido, señorita" y mi corazón se llenó de amor en una milésima de segundo. ¿Por qué tanto así? Pues porque llevo un tiempo en piloto automático, sintiendo que camino por caminar, que trabajo por trabajar, que vivo a diario por cumplir pero hace un tiempo que el gozo de la vida se me fue, desde ese 4 de septiembre que no he podido recobrarle sentido al vivir, el mismo día en que Willy mi perrito falleció y que perdimos las elecciones por una nueva constitución. Mi corazón se partió en mil pedazos ese día, perder a mi bebé porque su enfermedad renal ya no tenía vuelta atrás dejó un agujero tremendo en mi corazón, la casa en la que vivía se sentía enorme sin su presencia, la cama de dos plazas se sentía gigante sin él para usar la mitad de ella, sus dos hermanos perrunos estaban deprimidos y no hacían nada en todo el día. Al mismo tiempo toda esa esperanza que venía acumulada desde octubre del 2018 (o quizás mucho antes), que fue creciendo progresivamente, que me hizo retomar los caminos de la política, que me hizo sentir que esta vez las cosas si serían más justas, justo ese mismo día se rechazó todo aquello por lo que yo y tantos más venían luchando por años. Para una persona idealista como yo (o como diría mi hermana, un INFP como yo) el sentir que la esperanza se perdía fue un dolor tremendo que le quitó sentido a mi vida. Desde ese día he sido uno de esos fantasmas que rondan por la tierra, pero no fue hasta el día de hoy en que este fantasma se topó con otro fantasma para recordarse mutuamente que aún hay motivos para seguir avanzando. 

En ese momento me doy cuenta que no sé su nombre así que le pregunto, "Esther es mi nombre, Esther Gallo Anthey" y saca su cédula de identidad para mostrarme, nieta de un español que llegó al puerto de Valparaíso e hija de una mujer francesa. "mi apellido materno es un poco raro, así que digo solo el primero", ella no tenía idea que estaba hablando con una ñoña de los idiomas y que si me interesan mucho esas cosas, así que le pedí me enseñara a decir su apellido materno. Luego siguió contándome historias relacionadas con su primer apellido, pues muchas veces creyeron que era pariente de Viera Gallo (el mismo tan buscado tras el golpe militar por haber sido parte de la UP) y por lo mismo le ofrecían siempre crédito en todas partes, pensando que venía de una familia adinerada. En ese momento veo que se acerca  el hombre que cobraba por el estacionamiento así que le digo que debo irme, "de verdad fue un gusto hablar con usted" aunque esas palabras no se acercaban en lo más mínimo a lo que sentía, ella no se imaginó que ayudó a una joven a recobrar las ganas de luchar por otros luego de tantos meses. Me despedí y le di las gracias, ella hizo lo mismo y me subí al auto. Me estaba preparando para partir cuando se acerca a la ventana, bajo el vidrio y dice "tome, este regalo es con mucho cariño para usted" y me entrega uno de sus inciensos. "Cuéntele a sus amigos que en San Martín con Huérfanos hay una abuelita de 84 años que vende inciensos originales a $1000". Le agradecí tremendamente y partí. 


Como dije en un principio, esta es una historia que de seguro a nadie le hará sentido pero es la historia de como la injusticia de un país reflejado en los ojos de una anciana me recordó que aún tengo motivos para vivir y fuerzas para luchar.