lunes, 14 de abril de 2008

Siempre dije que...

Momentos hermosos brotan de un lapso de soledad compartida. Una habitación, el lugar perfecto para ser los dos y nadie más. Las luces caían frente a nuestro amor, sólo admiraba la penumbra. Entre las oscuridad de un cuarto nos ibamos perdiendo aceleradamente. Los ojos se volvieron esclavos de los sentimientos y del calor de nuestros cuerpos abrazados en una noche de otoño, en que el viento se activa y silba con brío, donde el rocío baja a rozar los pastos verdes que lentamente se van quemando. En este noche donde no hace más que frío yacemos los dos amandonos sin pudor. Dejando de lado los temores y la moral, nos quisimos como nadie lo hizo en aquel instante. No queríamos dejar al otro ir, sólo queríamos sentir ese instante y hacerlo eterno, si no hubiese sido porque el tiempo no se cansa de andar hubiesemos quedado por siempre en esa instancia. Y no me arrepiento de haberte amado con locura esa noche, de haberte hecho saber que te amo y que eres el único que me roba el corazón y el pensamiento del día a día. Porque sé que lo mismo te pasa conmigo. Lo descubrí cuando me prometiste tu amor y diste a cambio tu vida con tal de no ser infiel. Me di cuenta con ello de que te amaba como no lo había hecho con otro antes.
Quizá no te prometo mi vida entera, sólo te regalo este momento para que estemos juntos.