domingo, 27 de septiembre de 2009

Tras la espalda...


Yo odio...
odio las serpientes venenosas
que juzgan sin saber,
porque con su estupidez
condenan a toda la humanidad,
incluyéndome.

Se siente como si me ahogara
en un inmenso mar...
no quiero ni puedo más.
Queda solo un consuelo
uno poco alentador, maldita sea.

¿Por qué tantas pruebas?
¿Para qué tantos obstáculos?
Yo ya aprendí, por favor...
no quiero volver a sufrir...
no quiero enmarañarme en
los malos deseos del mundo.


[...Padre nuestro que estás en el cielo...]

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