lunes, 13 de diciembre de 2010

Ciclos

"Se le fueron 21 gramos" fue lo primero que pensó mientras estaba arrodillada frente a la cama donde yacía su ahora fallecida abuela. Ver ese cuerpo aun tibio, esa piel volviéndose amarilla, ese rostro de serenidad y descanso tras una larga y dura lucha frente a un cúmulo de enfermedades malditas que vinieron tras la muerte de su esposo. Parecía que dormía, así de simple.
No se sentía frente a un cadáver, sino junto a la abuela que le enseñó a cocinar queques. No, no estaba triste, estaba agradecida de poder compartir con ella y que la vida la pusiera en su camino... pero no todos pensaban igual, bastaba con ver la escena que le rodeaba. Su hermano mayor que caminaba de un lado para otro sin decir nada, su tía que solo pensaba en planchar la mejor ropa para despedir a su madre, su madrina en un silencioso mar de lágrimas, su madre ocupada de los últimos aseos. Todos con lágrimas en los ojos... menos ella. Cuando llegó una tía la abrazó, y le extrañó su casi indiferencia del tema a lo que le dijo "Llora pequeña, no te guardes lo que estás sintiendo" a lo que respondió con un "Que no llore no significa que no tenga pena" (y que fue lo más amable que logró decir para no parecer una insensible que realmente no tenía tristeza). Pensó en quizá hacer caso de la recomendación de su tía, para quedar a la par con los demás, pero no encontraba el motivo para hacerlo. Su abuela hacía tiempo que había marchado y con ellos quedaba el cuerpo, pues es difícil llamarle vida a lo que tenía su abuela. Mudarla constantemente, darle la alimentación por una sonda gástrica, girarla en la cama para evitar las escaras, darle cada 4 horas el cóctel de remedios para alargar aun más su deplorable estado. No, definitivamente eso no es vida y lo había notado hacía tiempo ya. Esto la hizo prepararse para ese día, el momento en que el cuerpo se separara de los rastros de alma que estaba encerrada tras esas arrugas y ese cabello canoso. Y si, se siente tranquila. No cree en esa necesidad imperiosa de despedirse de un ser humano al momento de la partida, cree que es una práctica muy usada ya y poco sana. Ella se queda con lo bonito, con los chocolates como regalo de cumpleaños, con las veces que la acompañaba al centro de madres, con el primer rosario que le enseñó a hacer. Al final nuestra vida se reduce a los momentos que compartimos con otros. Momentos alegres o momentos tristes, pero momentos al fin y al cabo. La vida no es el comienzo ni el término, la vida es el instante en que respiras y sonríes con otra persona.






Pd: Te amo abuela, buen viaje (:

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