sábado, 28 de febrero de 2009

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Cuando el mundo dormía, o al menos la mitad de él, yacía yo junto a tí, con los ojos cerrados pero la mente despierta. Escondida bajo una sábana y una vestimenta nocturna estaban mis pensamientos más idílicos y mis sentimientos más profundos. Ahí estabas tú, abrazándome el cuerpo y acariciándome las mejillas, pronunciabas palabras en los recovecos de mis oídos que me hicieron dejar los sueños y entrar a la realidad.
Es increíble el poder que puede tener una o unas palabras cuando las oyes, puedes sentir que tu cuerpo entero tiembla y que los bellos de la piel se erizan en reacción a algo que sientes que es verdadero. Dicen que se sabe cuando llega el verdadero amor a tu vida, y realmente tienen razón. Es esa impresión de que cuando lo viste por primera vez sentías una atracción más que mágica que te intentaba unir a él, la misma que con el tiempo se vuelve mariposas juguetonas en el vientre. Ese sentir de que la piel se te quema cuando él te abraza y que los labios se te derriten cuando te besa. El mismo que te hace extrañarlo por las noches cuando estás sola en tu cama, es eso lo que yo llamo Amor...

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