lunes, 23 de febrero de 2009

A una mente descarriada...

¡Ja ja ja! Si supieran como son las cosas de verdad, que nada de lo que les he dicho ha sido verdadero sino todo una invensión para lo de siempre, salir con mis amigotes y drogarme. Si, cómo me gusta sentir el ron pasar por mi garganta de a grandes cantidades y que mis amigos me feliciten mi habilidad de tomar mucho sin vomitar. Esto es vida, digo yo, "aprovechar cada segundo de la vida para vivirlo a concho sin conchos" como esa graciosa frase de uno de los integrantes de mi grupo, a él también le gusta tomar pero no tanto como a mí, él dice que es mejor volarse y sentir como que nada de ésta tierra te llega ni te afecta, así que todos los días se fuma sus buenos pitos junto con mi grupo, antes yo no sabía como era pero como él mismo me insitió en que era súper bueno y no había problemas en conseguirla tampoco, que la probara no más. Así que le hice caso po y parece que tenía razón porque cada vez que me acuerdo del pololo de mi hermana que la ha alejado cada vez más de mí o de que me está iendo mal en la U, fumo marihuana y se me olvida todo menos que tengo amigos tan buenos como los que me apañan haciendo estas cosas. Claro que hay veces en que la marihuana no hace tanto efecto, como ese día en que mi polola no se quizo juntar conmigo para el 14 de Febrero po, si igual me dio lata porque yo le había comprado unas cosas en mi viaje a Maitencillo y estaba súper entusiasmado por verla y poder pasarle las cosas, pero no se pudo por ella. Me dio pena, lo admito, fue súper heavy y me sentía súper mal. Sentía que no era lo suficientemente hombre como para gustarle harto a ella, sentía que las espinillas de mi cara me quitaban todo lo que quería con ella, así que no aguanté más ese día. Aproveché que estaba solo en la casa para desquitarme como me gusta. Me tomé toda la botella de ron que me regaló mi tía hace poco, pero no fue suficiente. Fumé todo lo que pude en la pipa, pero tampoco sirvió. Estaba deprimido, sin saber que hacer, no se veía ninguna salida y me sentía súper solo... Y es verdad, estoy solo, me quedé sin mina por las espinillas, sin papás por estar preocupados de otros que ni son de la familia, y sin hermana por su pololito. No tengo a nadie. No vale la pena seguir así, es dolor es mucho y la presión también. Siento que voy a estallar pero no puedo porque mi piel no me deja, otra vez me siento prisionero en mi propio cuerpo... Pero aun recuerdo la manera de escapar a eso, así es que empezé a buscar alguna prestobarba con filo en mi casa. Cuando la tenía en mis manos sentía que ahí estaba el alivio a toda la presión de mi cuerpo, de mi alma y mi espíritu. Sí, definitivamente esa es la salida. Me quité esa molesta polera y revisé mis hombros, las cicatrisez anteriores permanecían ahí, pero en el otro hombro no había nada, estaba limpio, tan sólo veía un buen lugar para desquitarme. Tomé la prestobarba y la acerqué a mi brazo, me acordé de todo lo malo que me ha pasado en este tiempo y me corté. Una y otra vez mientras el llanto se apoderaba de mí hice los cortes más profundos que nunca me había proporcionado. Me autoflagelé. El dolor que se sentía con cada corte era un pequeño alivio para el dolor mental. Realmente servía para liviar esa presión interna, sentía como todo se iba escapando por cada corte con  toda esa sangre que derramé. Ya no quedaba presión luego de tanta sangre que corría por mis brazos, por los dos que corté. Después del ritual ya nada me importaba, ya todo se había ido y quedaban sólo los fieles acompañantes: una tira de clonazepam que le quité a mi tía sin que se diera cuenta, el alcohol, la marihuana y el diluyente que tenía mi mamá en mi casa. Todo un delicioso coctel... almenos eso creía antes.

Ahora estoy aquí entre estas 4 paredes blancas, después de que mis papás descubrieron todo me internaron en esta clínica psiquiátrica. Y ahora vengo a compender todo. Estaba tan preocupado por mí que se me olvidaron los demás y ahora estoy pagando por eso. Ahora nadie me viene a ver, llevo ya un tiempo internado y no me dejan recibir visitas a excepción del psiquiatra, que cada vez que entra en mi habitación debe quitarse todo lo que sea de metal y posiblemente cortopunzante, por si acaso. Pero yo le digo que sería bueno que de vez en cuanto entrara "armado" para mostrarle la otra mejilla a ese viejo pasado que me enseñó que no hay que probar para saber que algo es malo. Espero poder enseñarlo eso a alguien cuando pueda salir de aquí, siempre y cuando me dejen salir...

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