lunes, 30 de mayo de 2011

F.-


“Que ingrata que eres, que ingrata la vida y que ingrata la falsedad. Eso pienso a primeras pero tras darle vueltas y más vueltas al asunto pareciera que en verdad el problema está en otro lado… quizá sea yo y mi problema con él.”

Quizá sea el miedo a acercármele nuevamente, porque si lo hago… uff! Denuevo explotará esa bomba que llevo guardada en mí y que estos días ha estado por estallar, sobre todo al encontrarnos tan distantes, tan perdidos en el plano material… aunque tan pendientes del otro en el día. Me recuerdas aquellos días otoñales del 2oo8, las hojas amarillas se desprendían con lentitud de las ramas de los árboles y la escarcha se posaba sobre el césped verde. Yo caminaba por las calles y sentía cómo se enfriaba la punta de mi nariz mientras escuchaba alguna canción en el mp3 y la cantaba mientras mi cuerpo temblaba inercialmente de frío. Iba avanzando por las calles para llegar a un lugar, caminaba para llegar a una pequeña casita con azucenas en el jardín y un Volkswagen beattle color rojo carmesí en la entrada de autos. En el camino no veía más que esta imagen, la de la fachada de la casa y de los 2o minutos que faltaban aun para llegar allí. Sí… eso me recuerdas. Me recuerdas perder la noción del frío en la soledad para luego recuperarla al rozar mi cuerpo desnudo junto a la tibia piel de un hombre, el hombre de las azucenas. Me recuerdas las caminatas que parecían eternas bajo la sutil lluvia de Abril y un ansiado encuentro entre las sábanas de una fría cama. Si… pero por qué? Y es ahora cuando mis neuronas incrementan su poder de sinapsis y generan conexiones para intentar dar una respuesta lo más lógico-racional posible. Pero sabes? No encuentro esa respuesta, solo la encuentro a ella…

“Te encuentro a ti con él y con un nuevo reemplazo de mí, una nueva morenita que los acompaña a las fiestas improvisadas de las que ya no te das el tiempo de avisarme. Les veo y recuerdo los momentos de pura complicidad dentro de ese grupo de cinco personas, de esos días de risa no sana… y bueno, así es como voy divagando en la melancolía. Me recuerda a la conversación con un amigo en donde me contaba sobre su última visita al psicólogo, donde este le decía “Creo que te estás sumiendo mucho en tu depresión… eres como un vagabundo de la depresión”. Vaya, poca coherencia tiene este paréntesis sobre mi amigo pero cuán cierto es eso de ser vagabundos de la depresión…”

Quisiera volver a compartir los días rutinarios contigo, vagar por las calles, hablar hasta que se canse la lengua o en su defecto hasta las 1 am donde mi madre me llama al celular preguntándome donde estoy y si aun vivo. Que me acompañes para no caminar y hablar con mi propia cabeza sino para reír un poco de lo tan predecible, ingenuo e inmaduro que eres. Me basta con eso, me bastas así…

“… pero ella no me deja.”

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