viernes, 7 de agosto de 2009

Noches Blancas·~


Sucede que me voy entregando a esas páginas, las deboro, las hago mías, las siento. Es todo tan especial, tan ... es lo que yo no quiero hacer. Yo no quiero conventirme en una Nastenka cualquiera, no quiero y no lo haré, porque yo ya no estoy esperando a nadie. Yo estoy entregada a otras cosas, a la vida, a las sensasiones, a la riqueza de alma y a la tranquilidad del espíritu. Estoy entregada a la que soy, a la que me convertí, a la que a porrazos se ha ido formando y deformando. Hoy no quiero ir corriendo a besar a un hombre en los labios, hoy quiero correr y sentir el viento en mis pómulos y el calor que invade mi cuerpo. Hoy no quiero llegar a la meta, quiero recorrer el camino. Hoy siento que las cosas funcionan y que todo lo que sucede es para bien. Y si él me dijo que aquel hombre sufrirá, no puedo más que brindarle mi apoyo y mandarle mi energía positiva para que no llegue al fondo del abismo, porque más que eso no me corresponde hacer. Sabe que lo amo, pero de esa forma especial que Nastenka ama a su amigo.

Perdone, perdóneme -me decía Nastenka-, de rodillas se lo pido, perdóneme. Le he
engañado a usted y me he engañado a mí misma. Ha sido un sueño, una ilusión... ¡No
puede imaginarse cómo le he echado de menos hoy! ¡Perdóneme, perdóneme!
»No me culpe, porque en nada he cambiado con respecto a usted. Le dije que le amaría
y ya le amo, y aún le amo más de la cuenta. ¡Ay, Dios mío! ¡Si fuera posible amarles a
ustedes dos a la vez! ¡Ay, si fuera usted él! [...] »
«¡Dios sabe lo que yo haría por usted ahora! Sé que está usted apesadumbrado y triste.
Le he agraviado, pero ya sabe usted que quien ama no recuerda largo tiempo el agravio.
Y usted me ama.
»Le agradezco, sí, le agradezco a usted ese amor. Porque ha quedado impreso en mi
memoria como un dulce sueño, un sueño de esos que uno recuerda largo rato después de
despertar; siempre me acordaré del momento en que usted me abrió su corazón tan
fraternalmente, en que tomó en prenda el mío, destrozado, para protegerlo, abrigarlo, curarlo... Si me perdona, mi recuerdo de usted llegará a ser un sentimiento de gratitud que nunca se borrará de mi alma... Guardaré ese recuerdo, le seré fiel, no le haré traición, no traicionaré mi propio corazón; es demasiado constante. Ayer se volvió al momento hacia aquél a quien ha pertenecido siempre. »Nos encontraremos, usted vendrá a vernos, no nos abandonará, será siempre mi amigo, mi hermano. Y cuando me vea me dará la mano... ¿verdad? Me la dará usted en señal de que me ha perdonado, ¿verdad? ¿Me querrá usted como antes? »Quiérame, sí, no me abandone, porque yo le quiero tanto en este momento... porque soy digna de su amor, porque lo mereceré... ¡mi muy querido amigo! La semana entrante nos casamos. Ha vuelto enamorado, nunca me olvidó. No se enfade usted porque hablo de él. Quisiera ir con él a verle a usted; usted le cobrará afecto, ¿verdad? »Perdónenos, y recuerde y quiera a su Nastenka.»

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