lunes, 24 de marzo de 2008

El recordatorio

Cuando le dijo que estaba sola no fue un estado momentaneo, siempre lo estuvo y quizá siempre lo estará.
"Ahora entiendes mis palabras?. Siempre te dije que soy cautelosa con mis palabras y si digo algo, es por algo (valga la redudancia)".
Siempre le gustó jugar ese juego transitorio. Te veo, te uso, te desecho. Y luego de todo volvía en sí y recordaba que todo había sido un juego, no más que eso. Se había aprovechado de ese hombre por inspiración en una poesía y quizá unos sueños perdidos en su inconsciente pero más allá de eso no fue... por qué? porque los alejaba de la mejor manera que sabía alejar hombres, asustándolos. Haciéndoles creer que estaba falta de cordura, generalmente.
Ay si un día llegase uno que rompa ese esquema, que esta pobre niña estará desorientada, aunque sabrá que ese hombre la entenderá y consolara, le robará la incertidumbre para cambiarla por sonrisas que le dará. Dejará en el baúl de los recuerdos la timidez para ser uno con su amante no prohibido. No cambiará su escencia, eso nunca, pero si dejará muchas cosas de lado (lo que ella no crea necesario, y afortunadamente tiene las cosas muy claras). El día en que el príncipe del cuento de hadas llegue esta niña seguirá siendo feliz como siempre lo ha sido, pero encontrará alguien con quien compartir su felicidad por mucho tiempo más. Será alguien que esté dispuesto a tener los 7 hijos que ella quiera criar y será un buen padre para los 7. Les enseñará a pensar por sí mismos, detalles de la vida, a no sacar una flor de la planta, a guardar un papel cuando no hay un basurero cerca. Les dirá pocas veces que los quiere y le costará demostrar afecto a los niños, pero por algo dicen que los padres se complementan. A esta muchacha le sobra la dulzura y el cariño. Los arrullará por las noches, les susurrará canciones al oído por las noches, les tomará en brazos cuando lloren, les felicitará por sus logros así como le castigará por sus faltas. Les dirá que si saltan de la ventana de la casa podrían caerse, como también no. Y les incentivará todo tipo de artes. Les compará instrumentos musicales y les enseñará a tocar la guitarra desde pequeños, les hará leer poesía, le hablará de lo poco que conoce de arte (su marido deberá ayudarla en eso), les nombrará a Frida Calo, quizá a Van Gogh, a un Da Vinci, Picasso y otros más. Les hará ver películas en familia y comentarlas. Les enseñará a no tener miedo a decir lo que se piensa, siempre y cuando sea de la manera adecuada. Les dirá que todo es relativo. Les mostrará tanto un lado científico como humanista, les dejará elegir. Les amará con todo su ser y los dejará ir cuando decidan partir.
Y ahí quedará, envejeciendo con su marido, iendo a montar un caballo, viajando en tours de la tercera edad, viendo fotos de cuando los niños eran bebés, invitando a sus amistades a su casa a recordar viejos tiempos y seguir construyendo una historia. Llamará a Rayén A., Camila S.S., Camila R, Camila S., Maritza Q..
De sus amigos creo que no quedará mucho, ya que todos habrán hecho sus propias vidas y ella quizo alejarse de más de alguno por motivos sentimentales (oh melancolía...).
Cuando muera su acompañante, caminará por las calles, dará paseos por el centro de Santiago junto a su perro (los gatos están cuidando la casa), se sentará en bancas y dirá "Recuerdo cuando aquí...". Vivirá de recuerdos... al menos por un tiempo. La muerte de un esposo no es fácil, sobretodo cuando se es ya mayor... Te crea problemas físicos y psicológicos (por más que lo niegue un médico, no le creerá). Y su vida se irá apagando lenta y agonizantemente, más sola que nunca. Ya no tendrá ni los recuerdos de compañía. Sus ojos brillantes se irán apagando, sus dientes se caerán al igual que su cabello. Los pulmones le fallarán por esos 4 años de cigarro que fumó compulsivamente cuando adolescente. Tendrá cáncer.
Y quien lea este escrito sabrá que no quiero tomar pastillas, no quiero tratamientos, no quiero nada que provenga de la medicina. Ya viví lo que hicieron esas cosas con mi abuela y no quiero que me ocurra lo mismo.
A ustedes, personas que se dieron el trabajo de leer esto... Mis últimas palabras son... No lloren mi partida por más que no muera feliz. Créanme. Quisiera que mis cenizas vayan a mi eterno enamorado, el mar. Si no fuese mucha la molestia quiero que en mi velorio un pequeño grupo toque en vivo la sonata claro de luna, de Ludwig Van Beethoveen.
Gracias a todos.

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