Por ahora solo puedo decir gracias por hacerme ver lo esencial, no con los ojos sino con el corazón...
"Si un baobab no se arranca cuando acaba de aparecer sobre el suelo, no hay manera de desembarazarse de él más tarde; cubre todo el planeta y lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y los baobabs son numerosos, lo hacen estallar". (p. 19)
"No supe comprender nada entonces. Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡La flor perfumaba e iluminaba mi vida y jamás debí huir de allí! No supe adivinar la ternura que ocultaba sus pobres astucias. ¡Son tan contradictorias las flores! Pero yo era demasiado joven para saber amarla." (p. 26)
"El Principito arrancó también con un poco de melancolía los últimos brotes de baobab. Estaba seguro de que no regresaría jamás, pero todos aquellos trabajos le parecieron aquella mañana extremadamente dulces. Y cuando regó por última vez la flor y se dispuso ponerla al abrigo del fanal, sintió ganas de llorar.
-Adiós- le dijo a la flor.
Esta no respondió.
-Adiós- repitió el Principito.
La flor tosió, pero no porque estuviera acatarrada.
-He sido una tonta-le dijo al fin la flor. Perdóname. Que seas feliz.
Se sorprendió por la ausencia de reproches y quedó desconcertado, con el fanal en el aire, no comprendiendo esta tranquila dulzura.
-Sí, yo te quiero, - le dijo la flor-ha sido culpa mía que tú no lo sepas; pero eso no tiene importancia. Y tú has sido tan tonto como yo. Que seas feliz... Y suelta de una vez ese fanal; ya no lo quiero.
-Pero el viento...
-No estoy tan acatarrada. Además me conviene tomar el aire de la noche. Soy una flor.
-Y los animales...
-Será necesario que soporte dos o tres orugas si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas. Si no, ¿quién vendrá a visitarme? Tú estarás muy lejos. En cuanto a las fieras, no las temo: yo tengo mis garras.
Y le mostraba inocentemente sus cuatro espinas.
Luego añadió:
-No prolongues tu despedida. Si has decidido marcharte, vete de una vez.
La flor no quería que la viese llorar; era tan orgullosa..." (p. 26-28)
"Si yo ordenara a un general que se transformara en ave marina y el general no me obedeciese, la culpa no sería del general, sino mía". (p. 29)
"Solo hay que pedir a cada uno lo que cada uno puede dar" (p. 31)
"Te juzgarás a ti mismo -le respondió el rey-. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo, que juzgar a los demás. Si consigues juzgarte rectamente, serás un verdadero sabio" (p. 32)
"Cuando por las noches mires al cielo, al pensar que en una de aquellas estrellas estoy yo riendo, será para ti como si todas las estrellas riesen. ¡Tú solo tendrás estrellas que saben reír!" (p. 71)
Capítulo XXI: El diálogo del Principito con el zorro:
"Apareció entonces el zorro;
-Buenos días -saludó el zorro.
-Buenos días -contestó amablemente el principito que al darse vuelta en dirección a la voz no vio a nadie.
-Si me buscas, aquí estoy -aclaró el zorro- debajo del manzano...
-Pero..., ¿quién eres tú? -preguntó el principito- Eres muy hermoso...
-Soy un zorro -dijo el zorro.
-Acércate..., ven a jugar conmigo -propuso el principito- Estoy tan triste!...
-¿Jugar contigo? No..., no puedo -dijo el zorro- Aún no estoy domesticado.
-Ah! Perdón -se excusó el principito.
Interrogó, luego de meditar un instante:
-¿Has dicho "domesticar"? ¿Qué significa "domesticar"?
-Tú no eres de aquí -afirmó el zorro- ¿Puedes decirme qué es lo que buscas?
-Busco a los hombres-respondió el principito- Dime, ¿qué significa "domesticar"?
-Los hombres-intentó explicar el zorro- poseen fusiles y cazan. Eso es bien molesto. Crían también gallinas; es su único interés. ¿Tú buscas gallinas, verdad?
-No- dijo el principito- Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"?
-Ah!..., es una cosa muy olvidada -respondió el zorro- Significa "crear lazos".
-¿Crear lazos? -preguntó el principito.
-Así es -confirmó el zorro- Tú para mí, no eres más que un jovencito semejante a cien mil muchachitos. Además, no te necesito. Tampoco tú a mí. No soy para ti más que un zorro parecido a cien mil zorros. En cambio, si me domesticas..., sentiremos necesidad uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
-Creo que empiezo a entender -dijo el principito- Hay una flor... Creo que me ha domesticado.
-Es probable -contestó el zorro- En este planeta, en la Tierra , pueden ocurrir todo tipo de cosas...!
-¡Oh! No es en la Tierra -se apresuró a decir el principito.
El zorro se quedó no menos que intrigado.
-¿Acaso en otro planeta?
-Sí.
-¿Puedes decirme si hay cazadores en ese planeta?
-¡Oh, no! No los hay.
-Me está resultando muy interesante, ¿Hay gallinas?
-No.
-No existe nada que sea perfecto -dijo el zorro suspirando.
Luego prosiguió:
-Mi vida es algo aburrida. Cazo gallinas y los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen como también los hombres se parecen entre sí. Francamente me aburro un poco. Estoy seguro que..., si me domesticas mi vida se verá envuelta por un gran sol. Podré conocer un ruido de pasos que será bien diferente a todos los demás. Los otros pasos, me hacen correr y esconder bajo la tierra. Pero el tuyo sin embargo, me llamará fuera de la madriguera, como una música. ¡Mira! ¿Puedes ver allá a lo lejos los campos de trigo? Yo no como pan, por lo que para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo nada me recuerdan. ¡Es triste! Pero tú tienes cabellos de color oro. Cuando me hayas por fin domesticado, el trigo dorado me recordará a ti. Y amaré el sonido del viento en el trigo...
El zorro en silencio, miró por un gran rato al principito.
-¡Por favor... domestícame! -suplicó.
-Lo haría, pero... no dispongo de mucho tiempo -contestó el principito. Quisiera encontrar amigos y conocer muchas cosas.
-¿Sabes...? Sólo se conocen las cosas que se domestican -afirmó el zorro. Los hombres carecen ya de tiempo. Compran a los mercaderes cosas ya hechas. Y... como no existen mercaderes de amigos, es muy simple, los hombres ya no tienen amigos. Si realmente deseas un amigo, ¡domestícame!
-Y... ¿qué es lo que debo hacer? -preguntó el principito.
-Debes tener suficiente paciencia -respondió el zorro. En un principio, te sentarás a cierta distancia, algo lejos de mí sobre la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. La palabra suele ser fuente de malentendidos. Cada día podrás sentarte un poco más cerca.
Al otro día el principito volvió:
-Lo mejor es venir siempre a la misma hora -dijo el zorro. Si sé que vienes a las cuatro de la tarde, comenzaré a estar feliz desde las tres. A medida que se acerque la hora más feliz me sentiré. A las cuatro estaré agitado e inquieto; ¡comenzaré a descubrir el precio de la felicidad! En cambio, si vienes a distintas horas, no sabré nunca en qué momento preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
-¿Qué son los ritos? -preguntó el principito.
-Se trata también de algo bastante olvidado -contestó el zorro. Es aquello que hace que un día se diferencie de los demás, una hora de las otras horas. Te daré un ejemplo. Entre los cazadores hay un rito. Todos los jueves bailan con las jóvenes del pueblo. Para mí el jueves es un maravilloso día, ya que paseo hasta la viña. Si los cazadores no tuvieran un día fijo para su baile, todos los días serían iguales y yo no tendría vacaciones.
Fue así como el principito domesticó al zorro. Pero al acercarse la hora de la partida:
-¡Ah! -dijo el zorro. Voy a llorar.
-No es mi culpa -repuso el principito. Tú quisiste que te domesticara, no fue mi intención hacerte daño...
-Sí, yo quise que me domesticaras -dijo el zorro.
-¡Pero dices que llorarás!
-Sí -confirmó el zorro.
-¿Ganas algo entonces? -preguntó el principito.
-Gano -aseguró el zorro- por el color del trigo.
Luego sugirió al principito:
-Vuelve y observa una vez más el jardín de rosas. Ahora comprenderás que tu rosa es única en el mundo. Cuando vuelvas para decirme adiós, yo te regalaré un secreto.
Se dirigió el principito nuevamente a la rosas:
-En absoluto os parecéis a mi rosa. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Así era mi zorro antes, semejante a cien mil otros. Al hacerlo mi amigo, ahora es único en el mundo.
Las rosas se mostraron ciertamente molestas.
-Sois bellas, pero aún estáis vacías -agregó- Nadie puede morir por vosotras. Es probable que una persona común crea que mi rosa se os parece. Ella siendo sólo una, es sin duda más importante que todas vosotras, pues es ella la rosa a quien he regado, a quien he puesto bajo un globo; es la rosa que abrigué con el biombo. Ella es la rosa cuyas orugas maté (excepto unas pocas que se hicieron mariposas). Ella es a quien escuché quejarse, alabarse y aún algunas veces, callarse. Ella es mi rosa...
Regresó hacia donde estaba el zorro:
-Adiós -dijo.
-Adiós -dijo el zorro. Mi secreto es muy simple: no se ve bien sino con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito a fin de acordarse.
-El tiempo que dedicaste por tu rosa, es lo que hace que ella sea tan importante para ti.
-El tiempo que dediqué por mi rosa...-repitió el principito para no olvidar.
-Los hombres ya no recuerdan esta verdad -dijo el zorro. En cambio tú, por favor... no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
-Soy responsable de mi rosa...-dijo en voz alta el principito a fin de recordar..."
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