Si yo tuviera muchos millones de pesos podría comprar tantas cosas, podría comprar una torta para cada uno de mis vecinos e ir a dejárselas a sus casas en mi cómodo auto del año, podría ver las caras de alegría de los adultos mayores quienes, con algo de culpa, son felices comiendo algo que escapa del pan tostado con margarina. Iría casa por casa escuchando sus necesidades y luego usaría el resto de mi tiempo libre para ir a hacer compras para ellos. Compraría muchos pañales de adultos, electrodomésticos como microhondas, hervidores o ventiladores y los iría a repartir por todas las juntas de vecinos.
Si tuviera muchos millones de pesos podría ofrecerle trabajo a mis amigos y vecinos, les daría pequeñas funciones y les pagaría diariamente, los vería felices de pasar a la amasandería después del trabajo a comprar pan, unas láminas de mortadela lisa e inclusive un cuarto de queso gauda. Les daría dinero a cambio de que solo me guarden una o dos cosas en sus humildes hogares, quizás solo algún cartel en sus techos de zinc y los ayudaría a que esa semana pudieran ir a la feria para comprar ricas frutas y verduras de la estación en la feria.
Si yo tuviera muchos millones de pesos de seguro mis vecinos estarían muy agradecidos de llevarles la pesca diaria a sus casas. Pero no los tengo ni querría tenerlos. Porque no tendría sentido llevarles pescado a diario cuando sé cómo pescar y ellos no.
Yo no tengo muchos millones de pesos, pero tengo millones de otras cosas más. Tengo vecinos que me han enseñado a pescar, vecinos que comparten conmigo sus tristezas y dolores, incluso a veces nos hemos juntado a compartir en grupo el hambre y la sed. Tengo vecinos que me han enseñado a caminar lejos, que me han enseñado que el cansancio de la caminata es señal de que vamos avanzando y que no hay que temerle a alguna herida que pueda salir en el andar. Tengo vecinos que van sembrando semillas, otros que las van regando y otros que las admiran cuando florecen en primavera. Vecinos que me acompañan en este transitar lleno de dolores, llanto, sed y hambre. Me acompañan en los días más grises en que se olvida que existe un sol que mañana volverá a iluminar.
Yo no tengo muchos millones de pesos... pero los tengo a ustedes y con esto me basta.
Gracias infinitas por ser quienes son y compartir el proyecto más lindo de la vida, el proyecto de la esperanza.